El 17 de noviembre de 1989 comenzaron las protestas que desataron la Revolución de Terciopelo checoslovaca, que acabaría provocando la caída del régimen comunista. Precisamente el evento marca los 25 años de democracia en la República Checa, una efeméride que en este caso viene acompañada de cierto regusto de decepción y autocrítica. En este programa especial trataremos las causas de la desilusión democrática de una buena parte de la sociedad checa y analizaremos el sistema político checo cinco lustros después de su fundación.
El llamado bloque del Este se estaba resquebrajando. Desde Moscú, el régimen de Mijaíl Gorbachov había soltado las correas que ataban a sus estados satélites de Europa Oriental, y sus respectivos regímenes comunistas, desorientados, se vieron de repente contra las cuerdas. En junio de 1989 se habían celebrado elecciones más o menos libres en Polonia, en octubre en Hungría se había modificado el modelo de Estado, aceptándose el multipartidismo. El 9 de noviembre cayó el Muro de Berlín, el símbolo más tangible de la separación de las dos Europas.
En Checoslovaquia se habían dado señales de disconformidad civil, en especial los disturbios de la Semana de Palach en enero, pero nadie esperaba que los acontecimientos se precipitaran tan rápidamente. El 17 de noviembre la manifestación estudiantil en honor al 50 aniversario de la muerte de Jiří Opletal, el estudiante asesinado por los nazis, fue disuelta violentamente por los antidisturbios. Pronto se corrió el rumor de que había habido muertos, lo que desencadenó nuevas protestas y la coordinación de los focos y movimientos opositores. Había comenzado la Revolución de Terciopelo.
Suave y elegante como el terciopelo. Salvo la brutalidad policial de los primeros momentos, la violencia brilló por su ausencia. El 20 de noviembre ya se había instituido el Foro Cívico, que actuó como representación de la oposición democrática. Cinco días después un millón de personas se manifestaron en la planicie de Letná, en Praga, pidiendo un cambio político. Al día siguiente comenzaron las negociaciones entre el Foro Cívico y las autoridades comunistas.
La huelga general del día 27, secundada por la mitad de la población activa, fue la última prueba de fuerza. El 3 de diciembre se constituyó un nuevo Gobierno con ministros considerados apolíticos y se presentó al Congreso Federal una propuesta de reforma institucional. El año 1990 comenzó con Checoslovaquia transformada en una democracia liberal. Había bastado un roce y el régimen comunista se había derrumbado como un castillo de naipes.